Perfiles Urbanos
Exclusivo de NOVA

El sacrificio detrás de la vocación: los desafíos y satisfacciones de una maestra del interior

Escuela Provincial de Misiones 859.
Lilian juntó a sus alumnos.
Docentes, alumnos y padres refaccionando las instalaciones.
Docentes de la Escuela 859.
El trabajo que realizan no solo es dentro del aula.
Los docentes realizan eventos para sus alumnos con fondos propios.
Festejo por el Día del Maestro.

El pasado 11 de septiembre, en Argentina se celebró el Día del Maestro, por lo que es imposible no reflexionar sobre el papel crucial que cumplen los docentes en la formación de las futuras generaciones.

Sin embargo, detrás de esa vocación se esconde un arduo trabajo, especialmente en las escuelas rurales, donde la falta de recursos, las carencias de infraestructura y el olvido de las autoridades son constantes.

En esta ocasión, Lilian Leguizamón, una docente con 36 años de trayectoria, compartió con NOVA su historia y su incansable labor en el ámbito educativo rural de Puerto Piray.

Lilian comenzó su formación docente en 1985, en la Escuela Normal 2 de Montecarlo. A pesar de la brevedad de la carrera (que en ese entonces duraba dos años y medio), su vocación por la enseñanza la llevó a dedicar más de tres décadas de su vida a la educación.

Su primer trabajo lo consiguió en abril de 1988, cuando su primer hijo tenía apenas un mes de vida, en la Escuela 452 del barrio Montaraz, en Puerto Piray. Desde entonces, Lilian no ha parado de enseñar.

Hoy en día, Lilian enseña en la Escuela 859 del barrio Badaraco, una institución rural que, como tantas otras en la región, está marcada por la falta de infraestructura y recursos. Según cuenta Lilian, la escuela fue originalmente un aula satélite de la Escuela 452. “Era un salón construido por una asociación civil porque los chicos no podían caminar dos kilómetros en medio del monte para llegar a la escuela”, explica.

Con el paso del tiempo, y gracias a la creciente matrícula, la institución se consolidó como una escuela independiente en 2005, aunque las carencias siguen siendo evidentes. “Es una escuela de madera, con tres salones, una dirección y dos baños compartidos por alumnos y docentes. El terreno es enorme, pero hasta ahora no se ha avanzado en la construcción de una nueva escuela ni en la habilitación de un salón para el nivel inicial”, relata Lilian.

El hecho de que una escuela cuente con más de 100 alumnos pero aún tenga grados acoplados (como es el caso de los cuarto y quinto, que comparten un mismo salón) es solo una de las múltiples dificultades que Lilian enfrenta a diario.

A pesar de todo, sigue firme en su compromiso con la enseñanza. En segundo grado, tiene 11 alumnos, y sus clases están marcadas por el esfuerzo constante para suplir las carencias materiales.

Trabajar en una escuela rural implica mucho más que enseñar contenidos. La labor del docente rural es múltiple y va más allá del aula. Lilian lo describe con sinceridad: “Nuestra tarea tiene matices. No solo es pedagógica, también vemos chicos que necesitan cosas, y somos nosotros los que estamos consiguiendo lo que falta. Al no contar con un portero, las docentes hacemos esas tareas. Limpiamos, organizamos, y algunas veces alguna mamá nos ayuda, pero no es fácil. A pesar de todo, este trabajo es hermoso y no lo cambiaría por una escuela en el centro”.

Una de las diferencias más marcadas entre las escuelas urbanas y rurales es el acceso a servicios básicos. En el caso de la escuela de Lilian, el suministro de agua es intermitente, y hasta hace poco contaban con conexión a internet, pero esta se perdió debido al robo de la antena. Estas dificultades afectan el funcionamiento diario de la escuela, pero no disminuyen el compromiso de Lilian con su trabajo.

La vocación no justifica la falta de recursos

El concepto de “vocación” en la docencia ha sido a menudo utilizado para justificar las precarias condiciones laborales de los maestros, algo que Lilian cuestiona abiertamente.

“La vocación no tiene nada que ver con aguantar todo. El docente tiene una vocación, pero eso no significa que deba soportar condiciones injustas. El Estado, la familia y la escuela tienen funciones que deben cumplir, y si cada uno hiciera su parte, todo sería espectacular”, comenta.

A lo largo de sus 36 años como docente, Lilian ha sido testigo de la insuficiencia de recursos en el sistema educativo. “En mi escuela, nunca tuvimos un gabinete interdisciplinario, como tienen otras. Si tenías un alumno con dificultades, tenías que arreglártelas como pudieras. Esto es lo que más cuesta, porque ves cómo se despilfarran recursos en cosas que no son tan importantes como la educación. Un pueblo educado es la base de todo”.

Además de lidiar con la falta de infraestructura y recursos, los docentes también enfrentan la precariedad salarial. Lilian confiesa que, a pesar de su dedicación, nunca pudo ofrecerles a sus hijos la educación superior que ellos deseaban. “Amo ser maestra, pero mi profesión no me ha dado todo lo que necesito para vivir. Lo que más me duele es no haber podido pagarles a mis hijos la educación que querían”.

El trabajo del docente no se limita a las horas dentro del aula. Lilian destaca que las tareas fuera de la escuela son igual de demandantes. “El trabajo del docente no son solo las cuatro horas en el salón. En casa tenés que preparar las clases, corregir exámenes, planificar, y además, en mi escuela, como no tenemos portero, hacemos nosotras ese trabajo”, comenta.

En algunas ocasiones, las partidas de recursos para el comedor escolar llegan tarde, lo que agrava aún más la situación. “Hace tiempo que las partidas del comedor vienen con retraso, así que tenés que pedirle al panadero que te aguante hasta que llegue el dinero, algo que es complicado cuando los precios suben”, explica Lilian.

A pesar de las dificultades, Lilian sigue encontrando gratificación en su labor. “Lo mejor es cuando te encontrás con un ex alumno que se acuerda de vos y te agradece. Soy consciente de que soy una docente exigente, y eso a muchos padres no les gusta, pero es gratificante ver que los alumnos te recuerdan con cariño”.

La llegada del retiro y el legado de una vida dedicada a enseñar

A poco de cumplir 60 años, Lilian se prepara para el momento de su jubilación. “Ya es tiempo de descansar y dedicarme a otras cosas, aunque sé que voy a extrañar un montón. En estos últimos años, la parte humana me ha llegado mucho más. Cuando llegás a la escuela y los chicos te abrazan y te reciben con una sonrisa, eso es lo que más voy a extrañar”, confiesa.

Tras 36 años de servicio, Lilian Leguizamon deja un legado en cada alumno que pasó por su aula. Aunque su retiro está próximo, su huella en la educación rural permanecerá, como lo demuestra el cariño y respeto que sus estudiantes y colegas le tienen.

Su historia es un recordatorio del valor y sacrificio que implica la docencia, especialmente en un contexto de escasez de recursos, donde los docentes son mucho más que educadores: son pilares fundamentales en las comunidades a las que sirven.

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